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Mostrando entradas de diciembre, 2010

REFLEXIÓN EN NAVIDAD

La verdad es que no he podido evitarlo. Todos los años, año tras año, me planteo lo mismo. Y lo mismo le digo a los que tengo a mi alrededor: Es Navidad. Y es tiempo y momento de celebración, de comidas en familia, y de regalos, de costumbres occidentales, occidentalizadas y modernizadas (remasterizadas a los tiempos y la civilización del primer mundo). Es tiempo de celebrar el nacimiento de Jesús en fechas en que seguramente no nació. Es tiempo de celebrar la victoria de la Luz sobre la oscuridad en el Sol Invictus..., aunque no se nos cuente que esto es así, y la esencia de divinidad y culto solar que esto viene a dar al personaje de Jesús... Es tiempo de muchas cosas, y muchas de ellas alejadas de lo que vendría a significar un sentimiento auténtica y verdaderamente cristiano. Porque mientras que en el primer mundo nos explayamos en derroches aún a pesar de la crisis, olvidamos que medio mundo se muere de hambre para que nosotros podamos celebrar nuestra opulenta Navidad, la Navidad

VIVIR EN LO APARENTE

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Vivir en lo aparente no da la felicidad. Puede darte momentos de satisfacción, incluso de gloria, pero no da la felicidad. Ni siquiera da algo que pudiera considerarse suficientemente permanente al punto, cuando menos, de sacarte de la ilusoria transitoriedad de lo que significamos como caminantes. Si eres un caminante, la fugaz gloria de la apariencia te hace creer que eres el camino. ¡Ay, amigo que vives de la ilusión de lo aparente!. ¿Por qué confundes tu imagen con “lo que en verdad eres”?. “Lo que en verdad eres” no está sujeto al paso del tiempo, ni al hecho de tener que aparentar lo que en verdad no eres. En cambio, la irrealidad de lo que aparentas, de la imagen que proyectas, incluso de la imagen que te esfuerzas en sostener porque te genera alabanzas, se extingue cada vez que la mirada ajena se dirige a otra dirección porque, en ese momento, dejas de ser el centro. Y claro, tienes permanentemente que alimentar el ego para que no se diluya..., hasta que cobra fuerza

LEVÁNTATE Y ANDA

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Levántate y anda. No quiero resucitar a un muerto. Lo que quiero es despertar a un dormido. A qué esperas. ¿Desde que te levantas hasta que te acuestas, cuánta conciencia pones al hecho de estar vivo?. ¿Cuánta conciencia pones al hecho de ser humano y trascendente?. Levántate y anda. Todo cuanto contemplas a tu alrededor forma parte de una biblioteca existencial que acoge el mayor de los conocimientos: el sentido de la existencia, y la mecánica de la vida. Es decir, el secreto de la vida en la escuela planetaria Tierra. Levántate y anda. No te conformes con pensar que estás vivo, y que culminas cada día después de haber hecho lo que debías hacer. Ante todo, lo que tienes que hacer es aplicar conciencia a la mecanicidad de vivir, para que la mecanicidad de vivir dé paso al fluir en el vivir. Yo te entiendo: somos seres de Luz encorsetados en un envoltorio biológico y estructural que sostiene una identidad energética, y la verdad es que necesitamos un vehículo físico con mayores p

EN EL CAMINO

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Hacer el camino no es andarlo, sino vivirlo. El camino es la vida, y la vida es el camino. Todo camino emprendido es un camino que persigue un fin, y el fin no es otro que el fin del camino. Pero todo camino parte de un mismo sitio y termina en un único lugar, pues todo camino surge dentro y dentro de nosotros acaba. Toda vida es un camino, y todo camino tiene un sentido. El sentido del camino es el fin en sí mismo, y todo fin es un nuevo inicio. Al caminar recreamos nuestra vida, la expresamos, y la definimos en un propósito. Todo camino es una búsqueda, y toda búsqueda se resume en lo siguiente: todo aquello que hacemos lo hacemos, aún sin saberlo, buscándonos a nosotros mismos. Así pues, al inicio y al fin de todo camino sólo estamos nosotros mismos. Pero un camino de verdad es un camino iniciático, que busca reencontrarnos, situarnos conscientemente dentro de un contexto trascendente y específico. Cuando nos situamos en ese centro virtual y real que somos nosotros mismos, y l

EN MI MUNDO

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En mi mundo el cielo no es azul, ni azules las verdes aguas del mar de la existencia. En mi mundo el cielo es multicolor, inundado por estelas arcoíris que se entremezclan y se mueven en todas direcciones. Y las aguas del mar tienen el color de la vida, verde plateado, azul iridiscente, translucida caricia con burbujas blancas y olor a salitre. En mi mundo los cielos no tienen negros nubarrones, sino copos de luz y de agua, húmedo hálito estelar que da vida a los más insignes pensamientos. La lluvia que riega sus campos es lluvia de estrellas y cometas, luces desprendidas de la gran bóveda de los ancestros. Y los ríos no rugen en su descenso desde las altas montañas. En mi mundo los ríos susurran cuentos de sueños profundos, que hablan del lugar a dónde todo hombre se retira  cuando el cuerpo se apaga en la noche. En mi mundo no existen los páramos, ni el desierto ocupa la vastedad del horizonte. En mi mundo los castaños y los hayedos alfombran el paisaje, y acarician la visión más