COMO ROBLES

Hasta el roble más fuerte arde. Hasta la rama más firme se doblega. Y la ceiba que aspira a ganar el cielo hunde sus raíces en el suelo, y palpa el barro para acariciar las nubes. Hasta la roca más dura se convierte en arena por el embate de las olas. Y el aire más sutil se torna vendaval cuando el viento arrecia. Entre el cielo y la tierra. Entre la luz más divina y el resplandor más cercano. Entre la sangre y el alma. Entre el fuego y la helada. Entre la cuchilla y la palma de la mano. Entre el llanto y la partida. Entre la risa y el retorno. Erguidos como árboles caminantes que unen dos mundos, así vivimos. Así cantamos nuestro llanto y reímos nuestro dolor. Así lloramos nuestra risa y enrojecemos ante la palidez del fin último. Temblorosos, temerosos, gallardos, abatidos, victoriosos, renovados, perdidos y encontrados. Así vivimos. Como robles que saben soportar el peso del aire y de la vida, sujetar la tierra y besar las estrellas, amando la vida y dejándose amar. Humano