UNA PARTÍCULA DE TIEMPO

Una partícula de tiempo rozó mi memoria. Por un instante noté el peso de mis pies, estos se pegaron a un suelo hasta entonces imaginario. Y entonces otra partícula, que venía en dirección contraria, rozó nuevamente mi conciencia. Esta vez me hizo pararme y pensar sobre mí mismo: ¿Qué hago yo aquí?. El viento solar desplegaba a menudo mis alas cuando atravesaba plácidamente el espacio entre los mundos. Pero el tiempo en absoluto me importaba. Sin embargo, de algún lugar brotaban aquellas incómodas partículas obsesionadas en anclarme a un universo decididamente lento y pesado, y completamente desconocido para mí. Esas pequeñeces, animadas de una cinética extrema, me hacían parecer lento. Pero otras se detenían y ralentizaban su paso. Y entonces me sentía raudo como centella. En ese momento lo vi claro: si esas diminutas particularidades de tiempo se imbricaban en mi composición corpuscular me convertían en un ser temporal. Y mi ligazón con el tiempo solo acabaría con el fin de mi forma.