LA FLOR
Nace la flor a la mañana, despierta a un nuevo día. Y en el aroma que arrastra el viento encuentra su propio alimento, el que viste su mente de aire fresco, el que hace que la roca mute en líquido cristal que encierra luces y arcoiris, y amaneceres como destellos. El agua que discurre por torrenteras, más tardes calmas como miradas hacia dentro. Nace la flor a la mañana y cada mañana, al empezar su andadura, mira al horizonte, por donde el sol nace y se pierde, brilla y se opaca. Pero no teme al tiempo ni al dolor, no teme a la fatiga, pues dulce es la mirada. Ella sabe que vivir es sentir, y sentir es rozar lo divino. Nace la flor y vive su vida como una gesta en la que vivir es vivir despierta y morir, morir con los ojos abiertos y el alma complacida. Vive su vida y al vivirla no compite, no lucha, no hiere. Y ve las nubes, y el cielo que cubren, y hasta el suelo que pisa, con la luz de la bondad más bendita. Y las estrellas, sus estrellas, son suspiros de dragones