SAGRADO ESPIRITU DE LA MONTAÑA
Me entregué al viento. Mirando aquellas montañas, me entregué al viento. Cerraba los ojos, y le decía: qué me cuentas viento..., qué me cuentas ... Y me decía a mi mismo: voy a abrir mis sentidos a ver qué me cuenta el viento, qué historias me trae desde lejanas tierras... Frente a las montañas... Las palmas de las manos al viento para sentirlo mejor y ser más uno con él, y recibirlo con todo mi ser... Y me dejaba llenar. El viento era un mensajero..., y yo solo debía estar presto a escucharlo. ¿Qué me traes, viento...?. Y miraba las montañas..., que cautivaban mis sensaciones por minutos y minutos de las cadenas del tiempo que nos contiene. Hasta que la insonora voz, la que de vez en vez rompe mis murmullos de aprendiz de despierto, me dijo: - No son montañas... - Si no son montañas, qué son ..., pregunté. - Son cuerpos , dijo. - ¿Cuerpos? ..., volví a preguntar. - Habitados por los espíritus de las montañas ... Y entonces, una extrema claridad se adueñó de mí. Y las certeza