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Mostrando entradas de noviembre, 2013

MAESTRO Y LA IGNORANCIA

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- Maestro, qué es la ignorancia... - Lo contrario a todo conocimiento no es desconocimiento, sino miedo a descubrir y desinterés por saber. Esto es ignorancia. - Pero Maestro no saber es como no ver. - Y no querer saber es como no querer ver. Nunca verás lo que no quieras ver, lo disfrazarás incluso de conocimiento. Así vestirás tu pedantería con el lustre de palabras elaboradas para adornarte a ti mismo, como flores en un jarrón. - ¿Abandona la ignorancia quien quiere comprender?. - Quien quiere comprender sabe que solo la verdad de lo comprendido te permite llegar a su naturaleza para conocerla. La ignorancia es como un recipiente vacío que se contenta con ello y vacío quiere permanecer por temor a desaparecer. Pero solo llenándose  puede alcanzar la plenitud pues, al llenarse, es el ego quien desaparece. - ¿Y qué significa pues el ego con respecto a la ignorancia?. - El mayor de los ignorantes es el que adorna su ignorancia con la arrogancia, y esta

MAESTRO Y EL APRENDIZ

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- ¿Maestro, cuándo dejaré de ser un aprendiz?. - Algún día de estos. - Pero Maestro, ¿algún día seré un gran Maestro, como tu?. - Quizá algún día... - ¿Cuándo será eso?. - Hijo mío, la mayor de las certezas no deviene de la mayor de las incertidumbres. Ni siquiera una gran pregunta precisa de una gran respuesta. ¿Acaso no crees que preguntar no es el camino?. Preguntar es tan solo una nube en el cielo. El camino eres tu. - Maestro, pero quiero ser sabio. - La sabiduría, apreciado aprendiz, no se obtiene de la boca de otro, ni siquiera de la experiencia de otro, sino de ti mismo. No seré yo, pues, quien te haga sabio. - ¿Y entonces quién se encargará de ello?. - Tu mismo. Con mi ayuda, pero tu mismo. Dame la mano para caminar, pero camina tu. No puede ser de otra manera. - ¿Pero cuándo dejaré de ser un aprendiz?. - Cuando obtengas la respuesta antes de formular la pregunta. Entonces,

MAESTRO Y EL SILENCIO

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Sentado sin tocar el mundo, el Maestro mantenía los ojos ligeramente cerrados... -          ¿Maestro, estás dormido?. -          ¿Maestro, estás despierto?. -          ¿Maestro, te ocurre algo?. -          ¿Maestro, por qué no me hablas?. El discípulo preguntaba una  y otra vez, casi sin respirar... y del mismo modo continuaba preguntando... -          ¿Maestro, me oyes?. -          ¿Maestro, estás bien?. -          ¿Maestro, por qué no me haces caso?. Finalmente, el Maestro abrió los ojos y dijo: -          Sólo cuando estés en silencio podrás escuchar mis respuestas. Ahora cierra los ojos y no hables. El discípulo cerró los ojos a la par que su Maestro, y no habló, pero pensaba... -          ¿Qué habrá querido decir?. -          ¿Le habré fallado?. -          ¿Pero si estoy en silencio, cómo voy a preguntar?. -          ¿Y si no pregunto, cómo me va a responder?. -          ¿Y si no hay respuesta..., cómo voy a enterarme de algo?. -

A SOLAS CON EL MAESTRO

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A solas estoy con el Maestro. Siempre me acompaña. Siempre está conmigo. Vive en el aire que me envuelve. En la luz que ilumina mi camino. En mi propio camino. Y en los pasos que doy, desde que el sol su faz levanta  por el horizonte. A solas estoy con el Maestro, pues vive conmigo. Me habla en sueños. Sueña mi despertar. Y alumbra el torrente de palabras en las que viven mis pensamientos. No hay un minuto que no esté con Él, que Él no esté conmigo. Nació el mismo día en que yo nací, a la misma hora, de la misma madre, del mismo tiempo. Y adornó su cielo con las mismas estrellas. Él soy yo y yo soy Él. Cuando adelanto un pie, adelanta un pie. Cuando suspiro, suspira. Cuando río, ríe. Cuando canto, su voz canta y canta su corazón, y me deja oírlo. Porque oírlo es reconocerlo. Y reconocerlo es amarlo. Y amarlo es ser Él, despierto, con los ojos del alma abiertos de par en par. Y entonces se siente alegre e

MAESTRO Y YO

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- Maestro..., ¿quién eres?. - Soy tú, amado discípulo. - ¿Pero cómo puedes ser yo?. - Sencillamente, porque yo soy tu. - ¡Pero si tu eres yo..., entonces yo soy tu!. - Así es. Ya te lo he dicho. - ¿Y tu sabiduría es pues mi sabiduría?. - Cuando comprendas que todo conocimiento te pertenece y que tú mismo eres el Maestro que necesitas, entonces reconocerás la Maestría de la propia vida y la siguiente verdad: Cada hombre, cada mujer... es tu Maestro. Pero sobre todo: tú eres el Maestro. Pues nada puedes aprender que no viva dentro de ti. - ¿Maestro, de qué te conozco?. - Me conoces de ti mismo. - ¿De mí mismo, pero si acabo de verte por vez primera?. - Entre tu y yo no hay más distancia que tus palabras y el olvido que cabalga sobre ellas. - ¿Maestro, quién fue tu Maestro?. - No he tenido mas Maestro que el amor y la compasión que camina sobre el mundo como la luz brillante de ese amor. - ¿Pero quién te habló po