Cuando el guerrero de la Luz mira frente a frente a su enemigo se ve en él como si fuera un espejo, contempla sus propios miedos en los miedos del otro, y decide contra qué parte de sí mismo tiene que luchar al enfrentarse a su oponente. Y, cuando lo reconoce, distingue cuánto de sí mismo hay en el otro, y cuánto del otro hay en sí mismo. Y es entonces cuando actúa.
Por cruenta que sea la contienda el guerrero de la Luz nunca blande la espada del odio, o la del rencor, o la espada de la ira. Su espada es la espada de la justicia, y la del equilibrio. Así, nunca hará un daño innecesario.
El guerrero de la Luz no busca encontrar la victoria, lo que pretende es restablecer el orden, y contener el avance de la oscuridad. Y, aunque su enemigo no lo entienda, jamás será guiado por un sentimiento de venganza, pues el guerrero de la Luz es, ante todo, de la Luz. Y, aunque quizá alguna vez habitó en las sombras, su fuerza la extrae de la más absoluta certeza y confianza en que otro mundo es posible, y que él puede conseguirlo.
Eso es verda el destino nos pone a la vista lo que menos nos gusta pienso yo que en el fondo de nuestra conciencia lo que menos nos gusta es lo estamos ocultando nosotros mismos "cierto"
ResponderEliminarEste es uno de mis favoritos de ese libro!
ResponderEliminarsaludos Miguel.
Pues aclárame el misterio mi amigo desconocido... y díme a qué libro te refieres. ¡Un saludo!. Y gracias por tu comentario.
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