EL DESPERTAR DE LAS FLORES




Cuando las flores despiertan sus pétalos no se agitan,
se despliegan lentamente y lentamente abrazan el alba.

Cuando las flores despiertan tamizan el aire de aromas,
sutil caricia que acaricia el alma.
Y el alma de las flores se hermana con la mirada,
con tu mirada,
con la mirada del mundo.
Y el mundo anhela florecer con ellas.

Cuando las flores despiertan no sueñan despiertas con ser hombres,
sino ser lo que son.
Y despertar al hombre para que extienda sus brazos
y sus manos busquen otras manos,
y sus dedos busquen complacer almas arraigadas en carne y hueso.
Verter caricias en rostros anónimos que nos son desconocidos sin serlo,
rostros de luz ensombrecidos por el olvido y apagados por la pena del mundo.

Cuando las flores despiertan y el color se huele,
tiñen de luz evanescente los espacios que separan a hombres y mujeres.
Y la luz se vuelve alma común a todos,
la alegría baña la vista
y la visión sutil despierta hacia dentro.
Entendemos que florecer es brillar bajo el sol.
Y despertar es ser soles que florecen en amaneceres ininterrumpidos,
abrir los ojos y ver hacia dentro lo que desde fuera clama por nosotros.

Ángeles rudimentarios que aleteamos con los brazos
y dirigimos breves miradas a las flores.
Sueños despiertos de la luz en nosotros y hacia fuera.
Primaveras…
Eso somos.

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