SIN PALABRAS

"La madre del mundo" (detalle) N. Roerich, 1874-1947.  Nicholas Roerich Museum New York
Foto: Miguel Angel del  Puerto


Hay un lenguaje que sin palabras habla, silencioso, que se expresa con destellos del alma. Salpicaduras de luz que ni siquiera los ojos perciben, que solo brotan cuando la mente calla. No que duerma sobre el lecho del más profundo sueño, ni que esté quieta y silenciosa. Como no tiene frontera que lo perturbe es difícilmente descriptible y, a cada intento, el cristal se rompe y cuesta componerlo de nuevo. Sin palabras...

La gran paradoja de la Divinidad somos nosotros, nosotros en Ella buscando hablar sin palabras, decirlo todo sin palabras, sin mover los labios, sin agitar los pensamientos, sin siquiera extender las manos, sin que el brillo de los ojos musite gestos. Pero sucede. Lo vemos y lo sentimos, lo oímos sin oírlo. Lo sabemos desde nos. Y sucede.

Gracias, porque me recuerdas que no debo dejarme mecer por el sueño que significa caminar sobre este mundo. Porque me recuerdas que ni aún en mis sueños alados estoy despierto. Y el brote de luz que significan mis latidos escritos no está ni a mitad de camino de entenderlo. Solo acaricio el sentido de la vida o quizá solo lo sueño.

Desde lo más profundo a lo más liviano. Desde lo más alto a lo más tierno. En ese camino hago mi vida palpándola paso a paso, quejido a quejido, risa a risa, con los ojos entreabiertos y la mirada perdida lejos, tan lejos como yo mismo. Sonámbulo en la frontera de dos mundos (el de los dormidos y el de los despiertos).

Déjame acariciarte, alma mía, que mis dedos sientan tus labios, el calor que despiden; aliento que no suave brisa, vida que brota y susurra verdades y certezas, palabras henchidas de amor verdadero… y mi nombre.
Déjame, vida, acariciar tu pelo y mirarte fijamente para verte en mi y en ti verme.
Dentro de mil años quizá me haya ido y tu estarás conmigo. Dejaré este mundo de piedras y ruiseñores, de luces y oleaje bravo, de verde hierba y arena dejándose acariciar por el tiempo. 
Cuando me vaya tu vendrás conmigo porque formas parte de mí. Y en mi nuevo amanecer amanecerás conmigo, sin palabras, en silencio, despierta en mi y yo despierto.




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