VIAJAR





Me marché sin irme.
Sin ir ya estuve.
En todas partes habitando.
Y un pensamiento:
Es mi casa sin serlo.

Fuentes de las que brotan estrellas, 
y atardeceres,
niños,
sonrisas
y a veces pobreza que es riqueza,
en todo continente.

Por dentro y por fuera
somos lo mismo.
No hay duda en ello,
sino certeza.

Regresé sin haberme ido.
Viajé hasta allí porque nunca estuve.
Pero volvía porque mi alma le pertenece,
pues no soy de donde he nacido.
Durmiente viajante
que crece con lo diferente.

Lugares que en mi quedaron,
a los que pertenezco,
que me pertenecen,
que en mi habitan.
Y en ellos valgo lo que todo vale:
Lo intangible,
lo vivido,
lo libre y amarrado por el firme lazo del amor,
no del olvido.

Caminos,
montañas,
prados,
hasta selvas y desiertos,
bosques y ciudades,
cielos.
Y gente bajo el cielo.
Aunque no gente sino hermanos,
mas no hermanos: yo mismo.
Mas no cielos: espacios desde donde la luz nos habla.

El mundo,
mi mundo.
Ellos,
todos,
diferentemente idénticos.
Maravilla de colores en la piel,
en los ojos,
en el alma.
Lo que Somos.





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