El tigre relajado parece un gato.
Y el lobo un lindo perrito.
Un gorrión semeja el águila cuando duerme.
Y el oso, en su reposo, un koala adormecido.
Como el volcán silente.
Como el arrullo del agua.
Como la mar en calma y la duna.
Como la nube silenciosa.
Como el aire trayendo aromas.
Como un despertar y el rocío.
Como la hierba y el paso del tiempo.
Así es el hombre pacífico.
Es el silencio lo que define a la voz.
La armonía lo que define al canto,
el murmullo del agua al arroyo,
el paso del tiempo sin tiempo a la duna,
el aleteo al pájaro,
el susurro entre las ramas al viento,
la mirada al que mira,
el beso a la amada.
No confundas pues al hombre pacífico con el hombre débil.
Se conmueve con el trino de los pájaros.
Se deja acariciar por la brisa.
Oye versos en el viento.
Es sensible a la vida.
Pero soporta el peso de la roca,
el embate de las olas
y la áspera caricia de la arena,
en silencio.
Cuando el tigre duerme él está despierto.
Cuando es el lobo quien descansa él está despierto.
Cuando duerme el águila él está despierto.
Sabe que el parpadeo de la luz sobre el agua no puede ser herido por lo que, en verdad, no teme. Ello es él. Y lo sabe.
Tú quizás intentes pisar su sombra. Vano intento.
“Soy un tigre que escribe poesía”
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