RAFAEL




Desplegó sus alas y levantó el vuelo. Visitará mundos vestidos de colores, auroras dibujando esbozos de palabras que susurrarán un nombre… Ella lo espera, brillando entre las estrellas.

Ahora vuela, las piernas ya no pesan, el metal se volvió ligero (como nubes que acarician atardeceres), y su recuerdo ya no reposa en una silla de ruedas. Ella se fue en el peor momento, que es siempre, que es cualquiera.

Ahora vuela. Ahora es viento, y como el viento se mueve.

Modelo fue sin pretenderlo. Certezas vestidas de sentido de la justicia y honradez fueron su legado intangible. Rafael se llamaba. 

Ahora surca los espacios de la mente y los corazones de los que lo quisieron. Destellos y recuerdos de un pasado hecho presente.

Firmeza flexible, seriedad acariciada por sonrisas huidizas y un sentido del humor un tanto serio, pues él se reía sobre todo en su gemelo. Un espejo en el que verse y no verse…, igual diferente, hasta el último momento.

Se marchó sin irse, crisálida ámbar que se tornó azul, para estar en todas partes a un mismo tiempo. Luz en la noche. Final que es inicio. Vida plena que vivió a pleno pulmón.

Aire, agua, música…, ahora es todo eso. Y tres soles en los que vive sin tiempo, para siempre. Porque el tiempo no es cosa del alma, ni del cariño, ni de la entrega, y mucho menos del amor.

En tu recuerdo vestimos de flores aquello que amaste y en lo que creíste, por lo que fuiste, por lo que serás allá donde estés. Aunque siempre estarás aquí.

Cuando Rafael se marchó se cumplían cuatro años de la partida de Carmita. Ella lo esperaba. Él añoraba ese encuentro.




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