REFLEXIONES SOBRE LA TEMPORALIDAD

Es un sueño estar despierto. Y estarlo, el sueño de un sueño vívido y consensuado.
Durmientes caminantes acelerando el paso para aprovechar el tiempo.

El tiempo…, y a tiempo cabalgamos sobre instantes que se mueven raudos hacia el final de todo, que significa el principio nuevo del viejo mundo en el nuevo tiempo. 

Universo desgarrado y luz que se expande. Y tejido que se estira y, en su viraje, traza esferas que dentro de esferas confinan espacios y recrean tiempos inexistentes, incoherentes, trazados en múltiples direcciones, recreadores de millares de historias probables y nunca imposibles.

Soñamos en el tiempo y al soñarlo nos sometemos a él. Mas en qué dirección seguir su curso. ¿Acaso lo mejor no es ignorarlo y nadar contracorriente, sea cual sea su rumbo?. Si al final me dirijo, podré retornar al principio?. Principio de todo cuanto es, fin de todo cuanto ha sido, instante presente y permanente de todo cuanto ha sido, es y será.

¿Dónde me encuentro?. ¿Dónde la memoria me instala, me seduce y me recrea?. ¿Dónde creo estar?. ¿Dónde el mentor de la mente decidió anclarla?. Mas no dónde, sino cuándo.

¿Cómo existir lo que no existe?. ¿Cómo elongarlo?. ¿Y cómo liberar a la densa materia de sus inconvenientes?. Si la materia va por un lado y la mente por otra, ¿cómo desnudar de tiempo a las células?. ¿Cómo desvestir del gran engaño a la mente que cree estar sometida al tiempo, y al propio cuerpo que sigue su flujo solo por pensar que debe hacerlo de manera inevitable?.

Al rozar la esencialidad del tiempo la vacuidad más infinita se torna en la plenitud más grande. Porque al rozarla el tiempo desaparece.




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