MIL VIDAS EN UNA SOLA




En qué pensar cuando el tiempo pasa y descubres que una vida se resume no solo en el instante presente, en el que todo está contenido, sino además en el recuerdo. Mil historias vividas no por mí mismo en mi propio sendero, sino en el sendero y las vidas de ancestros que fueron, antes que yo mismo, pasto de la existencia. Vidas completas sin las que nada soy. Y el recuerdo se convierte así en mil vidas vividas en un instante, en mil vidas vividas en una sola, en un segundo que contiene el principio y fin de un millar de nacimientos y feneceres.

Vivir, en parte, es recordar y es parte además del recuerdo. Qué puedo pensar si, al echar la vista atrás, descubro que sin ellos no habría existencia posible, que me legaron la vida, que otros fueron antes que yo para legarme un espacio y un tiempo por descubrir, y pasos que son míos pero que siguen huellas que otros dejaron. Y por ello debo honrar su memoria.

Entonces me digo a mí mismo: El tiempo no es otra cosa que el camino andado. Y la vida la continuidad de muchas vidas que fueron antes que la mía propia. Y yo mismo una consecuencia, extensión de sus almas y sus existencias, una versión diferente y diferenciada de sus posibilidades. ¿En qué medida soy lo que fuera mi ancestro más lejano, como mi yo más lejano?. ¿Cómo se trazó el camino y en qué medida son el mismo, aún a pesar de lo singular de cada paso?.

Al echar la vista atrás veo atardeceres y alboradas, cánticos y sonrisas, quereres y despertares, poemas de amor y amapolas rotas por soleares. Y homenaje a los que antes que yo fueron y me dejaron sobre este mundo: mi padre y mi madre…, sin olvidar la luz de mis hermanas que se fueran tempranamente. Ellos soy yo, y yo soy ellos… despertando a las luces y disipando las sombras, perdiéndome entre tinieblas y encontrando el camino. Caminando, sin perder de vista las estrellas. Aunque tengo que reconocer que, a pesar del techo estrellado que me cobija, del fuego perenne que da luz a mis noches más oscuras, del caballo alado que me acompaña en el camino…, no he podido evitar a veces sentir la soledad de quien hace su vida en la soledad de sus ancestros y hermanos. Aún reconociendo lo que significamos, lo que somos en la esencialidad de nosotros mismos (más allá de todo tiempo y de todo espacio), de lo que somos como seres sintientes y vivientes… He pensado en la soledad que comparto tan solo conmigo mismo. Y en que ellos esperan al otro lado, donde la luz brota y se asoma a este mundo, el inicio de mi viaje de vuelta. Ellos estarán allí y ya no habrá soledades.




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