Estrellas…,
miro a las estrellas y en ellas sueña su sueño el olvido.
Miro a las estrellas, y su brillo, como el brillo de un millar de almas cristalinas,
atraviesa mis pupilas y llega hasta lo más hondo y más sagrado de mi.
A las estrellas miro y mi mirada esconde mil miradas, aquellas que he dirigido al
hogar de los ancestros desde el inicio de mi propio inicio en este mundo, bajo
este cielo.
Las
miro y las siento, las añoro. Las miro y recuerdo viajes sin
movimiento, inercias contenidas en alas arcoiris hechas para navegar entre
nebulosas y galaxias, de estrella en estrella y de mundo en mundo, consumiendo
un tiempo sin tiempo que me ayudaba a viajar siguiendo el pulso de espíritus
alados que habitan los espacios siderales.
Miro a las estrellas y al mirarlas ellas me miran, y al mirarme me contemplan como a
un pequeño punto de luz que más grande se hace si se acercan, pues soy como
ellas son. Y soy lo que ellas son. Y en el centro de todas ellas, en este lado
del universo que habito, fui creado.
Las
miro y atesoro añoranzas como lágrimas de luz que adornan el cielo. Las miro y cautivo quedo
del semblante nocturno de un dios cósmico que cada noche me regala
profundidades donde perderme y buscarme, donde buscarme y encontrarme.
Fascinación,
bendita fascinación la que sobre mi ejerce el gran mar de los antepasados y sus
perlas de luz. Bendita fascinación que no tiene tiempo, en este mundo de tiempo
contenido en ropajes de carne y huesos que esconden la mayor de las maravillas.
Aún hoy miro a las estrellas como la primera noche en que lo hice, siendo un
niño. Y siendo un niño regresaré a ellas.
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