EL DADOR DE TIEMPO




En los primeros momentos de su vida, dijole al hombre el Dador de Tiempo:

“Tienes una vida por delante..., aprovéchala.”

Contestole el hombre: 

“¿Y cómo he de aprovecharla?.”

A lo que el Dador de Tiempo dijo:

“Vívela en intensidad y no te entretengas en medir el paso de los pájaros, ni el surco que el Sol hace desde que amanece hasta que desaparece por la sonrisa extensa del horizonte.”

Y el hombre escuchante, que no oyente, aún medio dormido, preguntó:

“¿Y cómo mido la intensidad de la vida, Dador de Tiempo, si no la corto en pedazos, cuento sus hilos y comprendo la forma en que teje los momentos?.”

Y este dijo:

“Para vivir en intensidad sólo has de cerrar los ojos, detener el flujo de tus pensamientos y centrar tus sensaciones en el momento presente. Cuando esto hagas serás reconocido como un sin tiempo que aspira a la inmortalidad.”

“Pero Dador, –dijo el escuchante preguntante que anhelaba vivir pero no sabía cómo hacerlo- ¿cómo puedo detenerme en el presente si vengo del pasado y al futuro me dirijo?.”

Y el Dador de Tiempo le contestó:

“En verdad te digo que no hay peor cadena que la invisible que pone cerco al Ser. Naciste como hombre libre, pero osas vivir como un esclavo del tiempo que quiere alejarse del momento presente. Así pues, sea según tu deseo: Vístete de tiempo. 

Cuando aprendas a vivir el presente y a ser tú en cada momento, sin temor al futuro y sin el peso del pasado, volveremos a hablar. Y tus respuestas serán el camino que yo trace ante tus pies.”

Al mirar al cielo, el caminante escuchador que quería comprender el misterio de vivir, cayó en el sueño de los observadores de estrellas y de los que oyen el latido de su corazón y en él creen oír el reloj que cuenta sus pasos sobre este mundo y marca el final de su tiempo. Y cada latido fue un segundo. Y en cada latido se le escapaba la vida.








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