LA GRAN OPORTUNIDAD (y IV)




DIA ÚLTIMO (DE LA UNIDAD ENTRE LOS SERES)



Aún no me había desperezado del todo cuando el batir de unas poderosas alas atrajo mi atención. Era la Hermana Lechuza que, madrugadora, se acercó hasta mí.

-         “Buenos días, Hermana Lechuza” –dije adelantándome en el saludo-.

-         “¿Sabes –me contestó- qué implica desear buenos días?. Implica desear ritmo, cadencia, armonía…, ya que todo se sucede de una forma pendular en la sinfonía de la vida. Desear buenos días implica desear felicidad, y conciencia (que la conciencia te permita comprender y trascender para ser feliz). Desear buenos días implica desear lo mejor, lo más apropiado para tu evolución, para tu mejoramiento personal.
Yo te deseo, en el sentido de lo expresado, buenos días.”

-         “Deseo lo mejor para ti Hermana Lechuza.”

-         “No solo debes desear lo mejor para mí. Desear lo mejor para uno es desear lo mejor para todos, ya que somos el mismo. Por eso tú y yo tenemos un compromiso con el Hermano Hombre. Un compromiso de vida y conciencia, de solidaridad, en la más hermosa comunión entre los seres que pueblan la Tierra y el ser humano. Así pues, tenemos un trabajo que hacer para el hombre. Tu parte en este trabajo consistirá en hablarle, en dirigirte a él, en escribir una historia para el ser humano. La mía consistirá en enseñarte cómo hacerlo.”

-         “¿Contar yo una historia a los hombres? –repliqué asombrada-. ¿Acaso una rosa tiene dedos que puedan asir un lápiz y escribir?. ¿Puede una rosa ser oída por un ser humano?”.

-         “Hermana Rosa –me dijo- , es muy fácil… Presta atención…”

De aquí en adelante ya conocéis la historia. Tan solo resta deciros que me gustaría saber y poder transmitir lo que aprendí en estos tres maravillosos días, además de la forma tan especial en la que vive cualquier rosa, ya que una flor no goza del estirado futuro que tiene un ser humano. Si nada trunca vuestras vidas podéis gozar de edades verdaderamente inimaginables para nosotras. Tenéis, además, la suerte de poseer unas raíces que no se aferran al suelo, que son capaces de llevaros por el mundo.

En fin, según la Hermana Lechuza (por favor, no quiero que os toméis esto a mal) al hombre se le concede más tiempo porque posee una reconocida torpeza para asimilar los fenómenos de la vida. Sin embargo, nosotras debemos aprender lo justo y necesario en el corto intervalo de tiempo de un pedazo de primavera (toda una vida) asidas, además, a un tallo que, a lo más, crece a lo alto o a los lados. Somos conciencias que no pueden recorrer el mundo a pie, sino que han de hacerlo con las alas del espíritu.

Desde mi espinosa atalaya he visto crecer a mis hermanas, y cómo el cielo se desvivía en hermosos colores al caer el Sol. He visto cómo el Hermano Tejón plantaba cara al hermano Zorro.  Y al Hermano Buitre rondando a la muerte, y devorándola después. He visto al rayo rodear con sus brazos de fuego al Hermano Roble, y a este quemarse en el amor que todo lo regenera. Me he visto a mí misma en cada perla de rocío. Y todo esto desde el tallo de la vida que sostiene a todo mi ser.

He recorrido el mundo desde la inmovilidad, porque me he dejado llevar por la vida, me he dejado vivir abandonándome en sus brazos, siguiendo los susurros de la voz de la conciencia. Una voz que todo el mundo puede oír si presta un poco de atención al crepúsculo interior.

En lo que a mí respecta, ya he cumplido mi misión, y mi tiempo se agota. En el momento de inspirar estas líneas al Hermano Miguel Ángel quedan en mí pocos pétalos que den forma a lo que soy. Siento así cómo me acerco a la última noche de mis días y, lejos de sentir miedo o añoranza por lo que dejo atrás, me embarga la alegría de quien va a convertirse en una rosa vestida de nada. Ahora tú tienes que hacer tu parte, y vivirte como rosa de la vida que se abre a un nuevo día todas las mañanas, como se abre el ojo del espíritu cada amanecer desde la noche de los tiempos.

Este es mi testimonio, mi vital y transmutadora experiencia, que espero sea útil a todos vosotros. Como es útil el sereno estanque al cielo estrellado, donde este puede verse a sí mismo todas las noches.

Desde aquí aprovecho la ocasión para ser portavoz y hablar en nombre de todos los reinos de la naturaleza. Todos estamos pendientes de vosotros, y sabemos que el cambio ha de producirse uno a uno, hombre por hombre. Mas esto solo sucederá si prestáis un poco de atención a la voz interior, a la más sabia energía de la Hermana Conciencia.

Un saludo.






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