CLAVES DEL MUNDO REAL: REALIDAD Y NATURALEZA HUMANA




A veces la vida nos sorprende, nos sorprende en manifestaciones que se salen de toda lógica; digamos que en el organigrama de la realidad irrumpen experiencias disonantes fuera de todo esquema..., como si pertenecieran a otro modelo organizativo de la realidad o como si el organigrama de lo cotidiano fuera erróneo o estuviera incompleto. Aunque esto es... lógico porque, como ya dijéramos en otra ocasión (Claves del mundo real: La realidad se construye) la realidad se construye, construimos la realidad.

Ciertamente, y lo digo asumiendo el riesgo que implica decir algo así, nosotros (y hablo en plural porque te incluyo a ti) estamos acostumbrados a vivir nuestra vida con perspectivas, y elementos incorporadas a ella, que nos permiten vivir una realidad más amplia que la realidad que contempla y experimenta la media de la población. Vivir así, vivir con esto, te permite contemplar más opciones, tener una vida más rica, pero también te conduce en el camino de plantearte mil preguntas más, y buscar ese millar de respuestas. Tu vida, pues, se simplifica a un nivel (porque se vuelve más natural y transparente), pero a otro nivel se vuelve más compleja, pues necesitas elementos substancialmente más ricos para llenar tu tiempo, tus pensamientos, y para avalar tus acciones. Así es el camino de la conciencia. Vivir, para nosotros, no es un automatismo de la fisiología, ni de la psicología, ni de la propia naturaleza en su origen. Para nosotros, vivir es un acto de conciencia, un acto cotidiano y permanente de conciencia.

Somos sonámbulos que caminan por las calles de esta vida como si estuviéramos despiertos y, como si estuviéramos despiertos, vivimos. El sonámbulo camina en la oscuridad atendiendo a una voluntad no consciente, y de manera no consciente realiza las acciones del despierto. Y finalmente regresa al lecho, sin recordar.
Por eso es tan importante despertar en este sueño que significa vivir. Despertar en el sueño de la vida es ser consciente. Despertar en este sueño es Vivir.

Como individuos somos referencias particularizadas de la realidad, puntos de observación y de enfoque de la realidad. En nosotros la realidad se genera y se sostiene, y desde nosotros la realidad se conforma a sí misma aderezada, además, por el resto de individualidades humanas. En el modelo generalizado y “vulgarizado” de la realidad, esta se encuentra estructurada en niveles definidos en ámbitos que limitan al hombre y a su propia naturaleza, recortándole las alas, acortando su horizonte, y sustrayéndole su verdadera dimensión, y nos ha hecho construir, desde que el hombre es hombre, un mundo cada vez más pequeño.

Sin embargo, en el "nuevo modelo de la realidad" que vivimos, y al que me refiero desde el principio, la realidad es más amplia, y contempla la existencia de elementos solo aparentemente irreconciliables con lo que llamamos realidad, porque en verdad lo que vienen a significar estos elementos es la prueba tangible de que el universo de la existencia, y el propio universo, es mucho más complejo, rico, sorpresivo y cercano, e interactúa con nosotros a niveles a veces extremadamente personales, dejándose acariciar por nuestra intención y construyendo lo cotidiano atendiendo a planteamientos más holográficos que lineales.

Por eso, aunque la vida nos sorprenda con manifestaciones que se salen de toda lógica, la realidad es que atienden a una lógica más amplia y diferente. Obviamente, se salen de la lógica simple, mecanicista y escuálida del pensamiento racional y cuadriculado que, por demás, nos intentan imponer, porque nos convierte en individuos previsibles, conductualmente dirigibles y manejables. Y así, el sistema (y los que lo controlan) se garantizan su perpetuidad. Y de esta forma, nunca podremos cambiar el mundo.

Para cambiar el mundo, tenemos que cambiarnos a nosotros mismos. No habrá cambio fuera si antes el cambio no se ha dado dentro. Cambiar pues al mundo es cambiar nosotros mismos..., modificando nuestro pensamiento, nuestras acciones, asumiendo una filosofía de vida natural y de conciencia, solidaria y trascendente, cercana y personal y que, obviamente, no empatice con roles consumistas, competitivos, de mercado y, mucho menos, racistas, belicistas o políticos. La aproximación real, auténtica, del hombre al hombre, y del hombre al Cosmos, se impone. Y esto es, en parte, la oportunidad que se nos ofrece en 2012.

Así que vivir atendiendo a una experiencia y visión de la realidad donde decir imposible es negar a la propia realidad, te permite caminar por este mundo manejando un número mayor de parámetros que convierten a la vida, a lo cotidiano, en una experiencia más rica y con mayores posibilidades de aprendizaje ya que, a fin de cuentas, ni estamos terminados como individuos ni hemos desarrollado las potencialidades que como seres humanos contenemos. Porque, obviamente, tenemos una dimensión, y unas prestaciones derivadas de esa dimensión, que nos trasciende como individuos meramente mecánicos que forman parte de una especie, la especie humana.

Pero la especie humana se enmarca en un ámbito mayor, más amplio, que traspasa las fronteras del espacio y del tiempo, al formar parte de una familia mayor, una familia que acoge a la casa de la humanidad, a la propia humanidad. Y no es otra que lo que podemos llamar la humanidad cósmica, pues obviamente para mí lo humano, lo estructuralmente humano, es un modelo físico y de conciencia que tiene su origen en el universo, en los espacios infinitos, de donde la naturaleza que nos ha creado lo ha importado. Aunque, obviamente también, en origen, desarrollando unas potencialidades que, desde nuestra perspectiva (limitada por la conciencia de nosotros mismos que tenemos), podríamos llamar superhumanas.

Así que eso es, en parte, lo que nos pasa. Formamos parte de una especie humana y cósmica que, asentada en la Tierra, adolece de no ser consciente de todas las posibilidades que alberga y de todo aquello que es capaz, y que ha preferido verse a sí misma como un animal que se distingue del resto de especies por su inteligencia. Esta visión es errónea, pues nos distinguimos por el origen de nuestra naturaleza, por nuestro propio origen, por nuestra conciencia y la capacidad de ser autoconscientes, y por el velado programa de retorno al hogar primigenio que llevamos impreso en lo más profundo de nuestro cuerpo energético. Pero viéndonos como animales racionales los esfuerzos serán mayores y quizá hasta vanos, o el camino un camino más largo por recorrer. Por eso debemos contemplarnos a nosotros mismos desde un nivel y perspectivas diferentes, y asumir nuestra verdadera naturaleza que, por descontado, no es animal. Puede haberse obtenido de lo animal, en nuestro origen planetario y en un punto evolutivo genéticamente crucial de una especie primitiva pero, desde luego, la naturaleza y el origen de lo humano no es animal, y no es terrestre. Morfológicamente no hacemos mas que reproducir un modelo universal que debe cumplir ciertos requisitos para tener capacidad de contener, albergar, un cierto tipo de conciencia y permitir que esa conciencia, esa particularidad energética y espiritual, se exprese.

Pero para asumir nuestra verdadera naturaleza tenemos, al menos, que intuirla, sospecharla, sentirla. Al descubrirla, descubriremos también que somos seres que habitamos diferentes dimensionalidades al tiempo que caminamos por este mundo. Dimensionalidades que viven en nosotros y en las que nosotros nos desenvolvemos de manera no consciente, nos constituyen y forman parte de la anatomía que da cobijo a nuestro ser. Dimensionalidades que existen independientemente de que seamos o no conscientes de ellas.

Pero hoy estamos hablando de una realidad compuesta, organizada, matizada y mediatizada por la percepción, la creencia y la propia estructura de la mente humana..., según cómo enfoquemos y diseñemos esa estructura. Y así generar pasillos en la cinética de la vida y de los acontecimientos que nos lleven a donde queremos, o desmontemos la estructura aprendida, heredada y reforzada, además de esencialmente rígida, de la realidad que vivimos, para recrear y reconstruir una diferente y más acorde al contexto dimensional y cósmico en el que vivimos y al que pertenecemos.

En la percepción los mecanismos de percepción son importantes, como importantes son los mecanismos de interpretación de lo que percibimos, porque ambos elementos nos van a llevar a definir un modelo de la estructura de lo acontecido y va así a condicionar nuestras futuras percepciones. Finalmente, el mundo no es como es. El mundo es como somos. Finalmente el mundo puede ser como queremos que sea. Pero tenemos que salirnos del extremo alienamiento de esta sociedad consumista, belicista, competitiva y castrante que te va comiendo terreno lenta pero inexorablemente... al tiempo que te dice que eres más libre.

Lo cierto es que habitamos un pluriuniverso, del que compartimos entre todos unas cuantas habitaciones del hogar cósmico. Pero solo unas cuantas. El resto está aún por descubrir. El resto está, además, muy habitado.









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