LUCES EN LA NOCHE DEL MUNDO




¿Cuántas estrellas han descendido del cielo, noche tras noche desde que el hombre es hombre, desde que el tiempo atrapó la conciencia de los hijos de la Luz en el tiempo de las sombras?.

¿Cuántos hermanos, resplandores de conciencias despiertas, sembraron semillas de conciencias dormidas que debían despertar, y acompasaron el ritmo de su corazón con el del corazón del hombre?.

Para mirar su luz, y verla, hay que cerrar los ojos y abrir el corazón.
Para verla hay que Ver. Y para sentirla hay que dejar que acaricie la conciencia..., sin voz, sin sonido..., sólo con el frágil aleteo de lo que no necesita ser dicho.
Para reconocerlos hay que Verlos en el corazón, y entenderlos en el espíritu que anima sus palabras, y sentirlos en las acciones que tejen sus vidas.

Como sonámbulos dormidos en su propio sueño, caminamos a tientas en un mundo preso de los sin alma..., pero repleto de luces despiertas, y dormidas, luces llegadas de allende los cielos y embriagadas por sus propios olvidos. Luces desprendidas de cada uno de los cielos estrellados que han cobijado y cobijan el destino humano, cada uno de los días y de las noches desde que el mundo es mundo. Y, de vez en vez, resplandores de grandes conciencias, despiertas como mil soles que brillasen en uno sólo, descienden y comparten su caminar con el nuestro, y nos sirven de espejo, y de rumbo.

Vivimos tiempos de escepticismo y alienación, de pragmatismo y mentes domesticadas que creen ser libres porque pueden amasar deseos y necesidades irreales. Mentes cuyo cobijo es la distracción y lo pasajero, y el adorno de lo inútil, y el alejamiento de todo aquello que suponga reestructurar sus propios pensamientos, y su visión de la realidad, y su vivencia de esa realidad. Mentes sometidas por el miedo, la desesperanza y el desamor. Mentes que piensan que vivir es automático.

Aún no han aprendido a mirar con los ojos del espíritu y, mucho menos, a reconocer a sus propios hermanos, y a sí mismos, como luminarias por encenderse en la noche del mundo, pues somos la Luz del mundo en la noche del mundo. Esto es lo que venimos a significar los hijos y las hijas de la Luz, los hacedores de caminos en los tiempos en que el hombre ha de despertar.

Por eso deseamos que la Luz descienda sobre nosotros, y camine sus pasos en nosotros, y encienda su corazón en el nuestro, y se viva a sí misma en nuestro vivir, y tome posesión de cada segundo de nuestra existencia, pues es la Luz, la Verdad y la Vida. Que así sea.






Comentarios

  1. DIOS! MI CORAZON REBOSA DE DE UNA EMOCION QUE NO PUEDO EXPLICAR. TREMENDAS PALABRAS. UNA GRAN LUZ DIJERA UNA VES, YO SOY LA VERDAD EL CAMINO Y LA VIDA QUIE QUIERA VENIR EN POS DE MI TOME SU CRUZ, NIEGUESE ASI MISMO Y SIGAME.

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  2. Luces encendidas en la noche del mundo..., Gabriel. Luces encendidas... Luces...

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