EL VIEJO DE LA MONTAÑA (EL HOMBRE Y EL ASNO)



El viejo de la montaña se acomodó sobre una roca,  de esta forma podía ver a todos los congregados, y todos podían verle. Usando un tono sereno y pausado se dirigió a ellos como si los hubiera visto por primera vez, como si todo hubiera recomenzado de nuevo, como si el tiempo transcurrido y los encuentros, las preguntas y las respuestas hubieran sido barridos por el viento… En ese instante su voz se hizo una con la rota soledad del páramo, su mirada se volvió cristalina y sus pensamientos parecían brotar de lo más hondo y de lo más cercano. Y dijo:

“En la certeza de todo fin está la esencia del principio.
En la certeza de todo camino está el final del mismo.
En la esencia de cada paso vive el alma del caminante....

¿Cuando un hombre monta sobre su asno, quién hace el camino del hombre el mismo hombre o el asno?.

Cuida tus pasos, y la forma en que los das, y lo que pisas, y el espíritu de las palabras que usas para cabalgar tus pensamientos, y los pies que te calzas para andar tu camino y si en el camino, por llegar antes, cumples el destino del asno.”


Después de un prolongado murmullo se hizo el silencio. Multitud de miradas se cruzaron... Quizás alguno había llegado hasta allí sobre su asno... Y todos, casi con una certeza absoluta, emprendieron alguna vez un camino.
Cuando se hizo el silencio ya caía la noche, y el canto de los grillos rasgaba la oscuridad que lentamente se cernía sobre ellos.
Una pregunta no se hizo esperar:

“¿Cómo distinguir el destino del asno del mío propio?” – inquirió una voz de entre la muchedumbre-.

“Pregúntale al asno” -contestó el viejo-. “Pregúntale al asno”.


Risas y sonrisas se adueñaron del momento. ¿Quién podría suponer que un asno guardara tan vital conocimiento?. A fin de cuentas los asnos son burros, y los burros se distinguen por su ignorancia. Sin embargo, los hombres se distinguen por su conocimiento. ¿Y entonces, cómo es posible que un burro pudiera dar semejante respuesta?. ¿Cómo es posible que un hombre pregunte a un burro?.

El viejo de la montaña pareció adivinar tan comprensibles pensamientos..., por eso argumentó:

“Antes que el mundo fuera mundo, antes que los hombres depositaran los pies sobre su faz y caminaran sobre ella, los burros poblaban estas tierras,  y bebían agua de sus ríos, y pastaban en las verdes llanuras, conocían la sucesión de los días y las noches, y todo cuanto el hombre hoy conoce.
Y cuando el hombre amaneció, comparado con un asno, era como un burro.

Si un asno tenía que cubrir una larga distancia, y no le apetecía hacerlo a patas, montaba sobre un hombre. Y este le llevaba. Y hacía el camino del asno, soportando su peso. Y pensaba: ¿Por qué no haré yo mi camino y él no hará el suyo?. ¿Por qué he de andar los pasos que él no da, cargando con él sobre mis espaldas?. ¿Por qué pensará que soy un burro cuando soy un hombre?.

Hoy los burros ocupan el lugar que el hombre ocupaba, y se preguntan a sí mismos por qué los hombres deciden no dar sus pasos por sí mismos, y dejan que caminen por ellos.

Si en algún momento todo volverá a ser como antes  no lo sabemos. Yo, por si acaso, hace tiempo que senté a mi asno a la mesa, y que juntos damos gratos paseos. Porque si hay algo cierto en todo esto es que al hombre lo frena su ignorancia y al burro lo frena el hombre. ¿Cómo el ignorante va a ser dueño de sus pasos y de su destino?.”




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