Podemos tocar el Sol, el padre de nuestro espíritu, con la yema de los dedos. Él nos ha dado la vida, y alimenta la raíz de nuestro espíritu. Aunque tengo que confesaros algo: en el origen, al principio del principio mi ánima, el pájaro de luz que aletea cuando mi cuerpo se duerme y mi mente se difumina, surgió de una estrella más lejana.
El Sol me alimenta, y me sustenta. Pero la energía que sostiene la esencia de mi espíritu, permitiéndome de vez en vez desplegar sus alas, proviene de Sirio, la estrella más hermosa del firmamento.
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