MIS RECUERDOS DEL FUTURO: TIAHUANACO



En 1975, a los 14 años, me ponía por vez primera ante un público para hablar de algo que, en aquél tiempo, y reconozco que aún hoy, me inquietaba. Los culpables de que hiciera esto fueron dos, de una parte mi innata inquietud por todo aquello que supusiera un misterio capaz de situar al hombre de manera diferente en su entorno creencial y cultural (aunque comprensiblemente en aquél tiempo esto lo expresaba de diferente manera), y de otra, alguien que me atrevo a calificar como el hereje de los años 70: Erich von Däniken. Este suizo y sus óperas primas, Recuerdos del futuro y Regreso a las estrellas, fueron para mí un auténtico revulsivo, al punto de que no pude contener la tentación de exponer a mis compañeros de estudio, con toda la formalidad y el rigor de que era capaz a esa edad,  mi visión del pasado y de la posible implicación de los extraterrestres en ese pasado. El documental que sobre estos libros se hizo me dio el decisivo espaldarazo final. Aún conservo el manuscrito que me sirvió de guión, y aún recuerdo la disponibilidad y la apertura de mente del profesor que acogió sin recelos tan peculiar exposición de un alumno que se salía de la norma, y en un tiempo en el que el tema estaba muy lejos también de las normas. “Los extraterrestres en la historia”, así titulé mi conferencia.

Lo cierto es que, con el paso de los años, uno tiene que reconocer la ambivalencia de este hereje de los 70, pues la rigurosidad y los datos fidedignos no eran su fuerte. A poco que uno viaja, y visita algunos de los lugares descritos en sus obras, se llega a la conclusión de que, o bien él no estuvo allí, o le podía más un apasionamiento poco minucioso en sus descripciones o deducciones que el afán de argumentar suficientemente para conducirnos razonadamente a sus conclusiones. Pero desde luego sí hay que reconocerle algo a Däniken: fue el pionero, abrió camino y se adelantó literariamente a la idea de que fuimos visitados en el pasado por seres llegados de las estrellas. El mérito sin duda es suyo. Y desde aquí va hacia él mi más sincero homenaje. Y porque fue fuente de inspiración para mí, titulo de esta manera el presente trabajo y la serie que ahora inicio.

Tiahuanaco o Tiwanaku, según se adopte la fonética quechua o aymara, se encuentra a 21 kms del mar interior a mayor altitud del mundo, el lago Titicaca, un paraje desolado y misterioso en pleno altiplano boliviano que deja adivinar en la distancia la Gran Cordillera Blanca.
Si bien algunos autores cifran la antigüedad de Tiahuanaco en 10.000 años, la arqueología nos habla de cifras más razonables y tranquilizadoras, situando el llamado periodo aldeano entre el 580 aC y el 133 dC, y el más reciente, el periodo imperial, entre el año 900 dC y el 1200 dC.  Sin duda, el pionero y conservador inicial de Tiahuanaco no fue otro que Arthur Posnansky, un ingeniero y cineasta que estudió muy de cerca estas ruinas, luchando por su preservación, y fundando en 1922 el Museo Arqueológico de Tiwanaku. Posnansky estudió las correspondencias astronómicas de ciertos elementos de las construcciones de Tiahuanaco, llegando a postular que estas correspondencias tuvieron lugar en el 14000 aC. Un personaje este que en un tiempo me interesó enormemente por razones obvias. Para Posnansky, además, la cultura Tiahuanaco habría sido la gran madre de las culturas precolombinas.
La población de Tiahuanaco debió oscilar entre los 25000 y los 50000 habitantes, y la ciudad ocupó originalmente una extensión de 420 hectáreas, de las que solo 38 hectáreas han sido estudiadas y permanecen a la vista.
Las partes más importantes de su estructura son el templo semisubterráneo o de las cabezas clavas o empotradas, el templo de kalasasaya, la pirámide de akapana, el monolito Ponce, y  principalmente el elemento más espectacular en mi opinión de Tiahuanaco: la Puerta del Sol, una construcción de 12 toneladas de peso en la que Alexander Kazantsev (quien fuera director del Servicio de Cohetes del Instituto Astronómico de Moscú durante parte de la guerra fría en la extinta URSS) creyó ver un calendario que recogía los ciclos de Venus.

El origen de Tiahuanaco tiene un halo de misterio que el propio Pedro Cieza de León acrecienta en sus Crónicas del Perú, cuando recoge historias de hombres blancos y barbados que vivían en el lago Titicaca, y que no eran otros que los wiracochas. Un halo de misterio acrecentado por las crónicas de Fernando Montesinos, que recogía la creencia de que Tiahuanaco estaba conectada subterráneamente con Cusco, en el Perú (a unos 500 kms en línea recta). Sea como sea, y al margen de otras historias extrañas relacionadas con el lugar (el propio gran dios Wiracocha surgió del Titicaca en una de ellas y en otra se menciona la existencia de dioses-peces como en otras culturas antiguas), los españoles ya encontraron una ciudad abandonada y en ruinas.

Ciertamente, se puede decir mucho más sobre esta ciudad que acaso en un tiempo remoto estuvo a orillas del lago Titicaca, pero esto lo dejaremos quizá para otra ocasión. Aunque de cualquier manera no podemos dejar de decir que la existencia de Tiahuanaco plantea diversas e interesantes dudas. Con el pueblo y la cultura tiahuanaco se cumple lo que parece una norma en los pueblos antiguos: su desaparición en un momento de máximo apogeo, sin una causa conocida para los arqueólogos e historiadores. En este caso, se han barajado un par de hipótesis, una de ellas que la desaparición de esta cultura estuviera vinculada a una catástrofe climatológica derivada de un cambio climático, la otra que una contienda con los wari (un pueblo con el mantenían rivalidad) fuera el origen de su desaparición.
Me llamó la atención, por ejemplo, la minuciosidad y pulcritud de la talla de algunas piedras en contraste con la tosca forma en que otras fueron trabajadas, en contraposición a otras que recordaban a las empleadas en las construcciones megalíticas de la vieja Europa. En ese sentido, y dada mi costumbre de guardar una piedra de cada lugar especial que visito, tuve una curiosa experiencia con una piedra traída de Tiahuanaco, aparentemente una andesita: tras mojarla, y ante mis ojos, se rompió en varios pedazos como si hubiera explosionado con fuerza desde el interior. Varios días después, y tras haberla pegado, la piedra exudó incontables gotas de agua en toda su superficie. Comportamientos similares a este lo he podido comprobar en otras piedras recogidas en otros lugares. ¿A qué procedimiento sometían los tiahuanacos a algunas de sus piedras suponemos que para trabajarlas?. Desde luego un procedimiento igual o parecido a piedras de Egipto y del sur de España que poseo y que, como digo, de vez en vez hacen cosas que las piedras no deben hacer.

Espero haber atraído suficientemente la atención sobre un lugar inhóspito y alejado de cualquier ruta que merece la pena visitar no por su belleza, por su esplendor, o su extrema grandiosidad, sino por el interés y las dudas que suscita. Tiahuanaco fue la ciudad de los hijos del Sol, uno de los lugares más misteriosos del mundo antiguo, un lugar para pensar, mirar alrededor y hacerse mil preguntas. Yo me las hice.., y me las sigo haciendo.



Comentarios

  1. Gracias Miguel por estas hermosas postales.

    En Enero pasado luego de doce años que no pisaba los Andes, estuve nuevamente recorriendo aquellos parajes.

    Se vienen las revelaciones, América está por hablar, y esta ciudadela es uno de sus voceros.

    Son los tiempos!

    Te mando un abrazo
    Debbie

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  2. Ojalá que sea así, Debbie, América es una gran durmiente a la espera del despertar. Así he sentido a América. Así pienso en América.
    Un abrazo.

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  3. Juan Manuel Gonzalez24 de octubre de 2010, 20:08

    Miguel Angel,es todo un lujo leer historias o momentos vividos, esta vuestra aventura a Tiahunaco con dos magnificas fotos de la murallada y de la puerta del Sol, la pasion en la narrativa acompañada por datos historicos me encanta, y mas porque te sales de comentar historias ya conocidas, mi más sincera gratitud por un trabajo bien hecho, aunque tus trabajos todos son muy buenos enhorabuena.

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  4. Muchas gracias,Juan Manuel, por tus palabras. Es dificil no hablar con pasión de lugares que han debido significar tanto en algún momento de la historia del hombre y, en este caso, de un lugar que significó tanto para mí cuando era apenas un adolescente, aunque fuera a través de los libros.Estar allí fue, sin duda, un sueño cumplido.
    Gracias, de nuevo. Y un abrazo.

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