LA LOMBRIZ, LA LUCIÉRNAGA, EL GORRIÓN Y LAS ESTRELLAS


Una lombriz se arrastraba sobre la arena. A duras penas levantaba ligeramente la cabeza y miraba a las estrellas
Había decidido salir a pasear de noche porque en la noche no vuelan los gorriones, y a estos los temía especialmente.
La primera vez que lo hizo tenía miedo a la oscuridad. Y por miedo se alió con su amiga la luciérnaga, para que alumbrara su torpe arrastrar por el mundo.
En el inicio de esta relación ambas hablaban profusamente de todo aquello que les preocupaba en el día a día, de todo aquello que les ayudaba a mantenerse vivas y no morir en el intento de sostenerse un día más sobre el mundo.
Cuando agotaron todas sus preocupaciones se dedicaron sencillamente a acompañarse.
Ambas eran muy diferentes. Sin embargo, sus preocupaciones eran comunes.

A pesar de lo espectacular del brillo de la luciérnaga y de que esta era capaz de volar, a pesar de ello, nunca había mirado con atención a las estrellas. Estas, en su lento caminar por el cielo, hicieron creer a la luciérnaga que eran otras luciérnagas que, noche tras noche, recorrían los cielos agrupadas y unidas por una férrea amistad.

La lombriz, en cambio, acostumbrada a la oscuridad del subsuelo, se sentía atraída por lo que creía eran las salidas de miles de túneles habitados quizá por otras lombrices similares a ella.

El gorrión, en cambio, habituado a refugiarse en su nido, veía en las estrellas los ojos de una descomunal bandada de rapaces nocturnas.

En nuestra soberbia pequeñez los seres humanos venimos mirando a las estrellas, aunque sea una frase hecha, desde la noche de los tiempos. Y en cada tiempo hemos creído comprenderlas, conocerlas. Hemos estado tan cerca y tan lejos de ellas como la lombriz, la luciérnaga o el gorrión. Y ahora no solo las conocemos, sino que sabemos cómo nacen, cómo viven, y cómo mueren las estrellas. Pero yo me atrevería a decir que, a pesar de ello, seguimos dirigiendo una mirada que no nos permite conocerlas plenamente, saber qué son realmente, cuál es su función en el universo, qué tienen que ver con aquello que llamamos Dios, o qué papel juegan en la gestación de formas de vida energéticas y espirituales.

Creemos comprender el universo en su inicio y desarrollo, y aventuramos a decir que hace 15000 millones de años toda la materia y todo la energía estaban contenidas en un punto. Decir esto roza la filosofía o la fantasía. A pesar de que se trate de un planteamiento de la ciencia, parece el resultado de la mirada de la lombriz. ¿Pero quién puede decir que no haya sido así?.
En cualquier caso, difícilmente la mente humana pueda imaginar procesos en el tiempo que superen la vida media de una persona, salvo que los relacione con acontecimientos históricos que le sirvan de referencia para, de manera ordenada, seguir secuencias negativas en el tiempo. Y aún así, el concepto, la idea de un tiempo prolongado más allá de esa vida media, se nos escapa. Así que hablar de 15.000 millones de años es como hablar de 25.000 millones de años o de 150.000 millones de años.

Somos tan pequeños e insignificantes con respecto a estos tiempos que no significamos nada insertados en su contexto, lo que no evita que afirmemos categóricamente, por ejemplo, que la vida es una singularidad exclusiva de la Tierra y por demás irrepetible. Así que hablar de toda la materia y toda la energía contenidas en un punto es un concepto prácticamente metafísico que nos obliga a valorar la idea global de lo que significa toda la materia y toda la energía del universo, como si la lombriz, la luciérnaga o el gorrión pudieran contener o hacerse una idea de lo que implica, por ejemplo, la totalidad del mundo con todo lo que comporta. ¿Pero podemos hacernos una idea de esto?. Quizá no todo estaba contenido en un punto, quizá lo que sucedió no fue otra cosa que un afloramiento de materia y energía que propagó el espacio y el tiempo en su expansión, y se propagó desde un espacio tiempo primigenio que tenia su origen al otro lado de ese virtual punto primitivo, que no habría sido otra cosa que un agujero en nuestra realidad primigenia y todavía inmanifiesta en aquél no espacio y no tiempo. Pero esta visión podría ser también producto de la mirada de la lombriz.

Comentarios

  1. Exelente, gracias por que en realidad nos recuerda la insignificancia que somos. nAMAsté

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  2. En la vida real todo es relativo como en tu fábula, pero sólo el ignorante piensa que lo sabe todo y que algún día llegará al final de su aprendizaje.
    Lástima que abunde los indoctos
    Iván
    Planeta Incógnito

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  3. Genial, una maravillosa reflexión sobre la vulnerabilidad de los "dogmas" impuesto.
    Que siga brillando tu talento, y tu LUZ...como la de la luciérnaga!!!.

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  4. Muy lindo e ilustrativo relato, gracias por el regalo de compartirlo.

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  5. Preciosa fábula. La lombriz me ha traido a la memoria "El mito de la caverna".Mirar no es ver,observar es ir aprendiendo...

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  6. Gracias amado Ser por tantos regalos con reflexión. Sigue así transmitiendo con tanto Amor. Bendiciones nAMAsté. Ceci

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  7. me encnata felicidades

    marta

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