CASTAÑO SANTO




Un día me acerqué a un viejo y más que centenario castaño. Entre la espesura su tronco destacaba, y sus ramas se extendían en el cielo como si ríos de cristalina luz surgieran de las entrañas de la Tierra y quisieran tocar las estrellas, y alimentarlas, y arrancarles sus secretos.

Al verlo no pude evitar caer sobre mis rodillas. Un anciano y sabio espíritu lo habitaba guardando el secreto de los hermanos del bosque, y de las lágrimas de luz que la luna derrama cuando alcanza su mayor esplendor. En su presencia me sentí como un aprendiz que ha olvidado toda pregunta ante el sabio espíritu del tiempo.
Y sin poder remediarlo lloré amargamente desatando desde mi interior mis mayores penas, y descubriendo mis mayores oscuridades, las que no me dejan seguir adelante como yo quisiera, las que me ciegan y me impiden por momentos reconocer el camino.
Fue entonces que sentí la sonora voz de su silencio, y el hermano árbol, el anciano castaño de viejo y sabio espíritu me preguntó:

“Oh, hermano hombre, el que adorna su alma con las alas del águila, ¿por qué doblegas tu vuelo?, ¿por qué no alzas la mirada y oteas tu horizonte?. ¿Por qué te sientes perdido y olvidas tu origen, y el sentido de tus pasos, y la dirección de tu vida, y la seguridad de tu vuelo?.
Al igual que sufres profundamente sé feliz profundamente; y regálate tu propia libertad, porque no hay mayor atadura que la de ti mismo. Y aprende a vivir sin compadecerte de tus errores, de tus lamentos, y de los lamentos de tus lamentos. Porque solo la Luz puede guiar tus pasos. Y solo desde la Luz puede trazarse tu camino.”

Al mirarlo fijamente y sentir que todo el bosque lloraba conmigo, un abrazo conmovedor me envolvió desde todas partes disipando mis penas y el dolor, haciéndome uno con todo lo que me rodeaba. Y sentí los besos del destino, y la suave mano de la brisa acariciando mi cara, y el latido del corazón del bosque en mi pecho.
De alguna forma el castaño santo me sonrió. Su semblante de madera y tiempo me dedicó una última mirada. Y volvió a hablarme desde sus adentros, diciéndome:

“Hermano que levantas el vuelo y compartes tus sueños con las águilas, y la luz de tus ojos con la luz de las estrellas: Haz tuyo el sendero del corazón. Y vívete en cada segundo. Y reconcíliate con la vida, con tus luces y tus sombras, porque de luces y de sombras, de tiempo y cenizas, estás hecho. Levántate y camina.”

Y, como aquél que sabe que ha oído la sabia voz de la Verdad, me levanté y tomé el camino del corazón. Y mis lágrimas se disiparon como gotas de rocío besadas por el alba.

Comentarios

  1. Hermoso artículo, Miguel angel.
    Saludos.
    M.

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  2. Qué hermoso y que bello mensaje el que da el árbol. "Sólo la Luz puede guiar tus pasos. Y sólo desde la Luz puede trazar se tu camino."

    Fue un lindo aprendizaje.

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