FLOTILLA DE LA SOLIDARIDAD




Oh, Israel, ¿qué has hecho de tus hijos que, perdidos en la oscuridad, buscan su luz regocijándose en sus propias tinieblas?. ¿Qué has hecho de ellos que, una vez y otra vez, en el nombre de dioses y señores siempre vanos, fueron perseguidos y sojuzgados y ahora, como si el tiempo hubiera nublado sus mentes y sus corazones, persiguen y sojuzgan, doblegan voluntades,  esparcen el hambre y la oscuridad?.  Y, en vez de tender la mano, la extienden blandiendo la intolerancia por el miedo.

¿Qué ocurre en tu corazón, que el corazón de tus hombres nace cegado y propagan sus propios demonios?. ¿Qué ocurre en el corazón de tus hijos que, como amnésicos hijos de la intolerancia, propagan la injusticia con los débiles, y quieren hacer del mal su bien, que confunden la Luz con su oscuridad?. ¿Qué ocurre en tu pueblo que una vez, y más de una vez, fue perseguido, herido y masacrado, víctima durante siglos, y ahora persigue, hiere y masacra, y hace de verdugo de gentes inocentes?.

Oh Israel, ¿cómo es posible que después de tanto tiempo tus hijos, y los hijos de tus hijos, se dejen alimentar por el miedo y la ira, por el rencor y la falta de solidaridad, y den de comer al ojo por ojo y diente por diente de los débiles fuertes que convierten el mal en argumento de los que dicen ser justos?.
El agua y el sudor son el alimento de la tierra. ¿Qué pretendes esperar de una tierra regada por la sangre de unos y de otros?. Todos tenemos derecho a existir. Y todos tenemos que coexistir.
Velar por la tierra, saber hacerlo, es un don que hay que saber administrar.

Oh, Israel, sella la puerta de Jerusalén, la que subyace bajo sus cimientos, la puerta de la oscuridad y del inframundo. Y abre la ventana de Luz que se cierne desde las alturas, para que puedas desplegar tus alas, y hacer del Amor y de la Esperanza tu emblema y el signo de tu tiempo, porque nuestro tiempo está ligado al tuyo.

Jerusalén, Jerusalén, ¿acaso no ves que tus hijos no tienen color, ni credo, y que hay sitio para todos y para todo, salvo para la intolerancia?. Deja que unos y otros se conozcan por lo que ven en el brillo de los ojos del que tienen enfrente. Y que así se reconozcan como hijos de la vida y de la tierra, del sudor y de la lágrima, del sollozo y la sonrisa, como hijos todos del palmo de suelo y del palmo de cielo. No dejes que se sigan viendo como hijos de la sangre derramada por cada loco que quiere poseer la verdad, y blandirla como argumento para ser dueño de la piedra y de la tierra.

Oh, Israel, esta noche volveré a llorar por ti, por tus heridas, por el camino siempre desandado, por el andado sumido en el miedo, por el miedo al diferente.
Siempre compartir fue mejor que disentir. Y no olvides que siempre todos, sin exclusión, tuvimos derecho a existir, a la vida, a la paz, al futuro, al agua, al cielo, a la tierra...
No olvides que el prójimo no es otra cosa que un espejo donde nos miramos y nos vemos.

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