Anida un águila en mi corazón que, de vez en vez, se escapa y vuela,
y compite con las cumbres escarpadas, y con las nubes. Que sueña en deslizarse entre los vencejos cuando observa su raudo y multitudinario vuelo.
Es un águila que expande sus alas desde mi pecho y se llena de mí, transformándome, vistiéndome de plumas invisibles que me ayudan a sentirme ingrávido y sereno, al tiempo que me alejo del mundo y lo miro desde las alturas; comprendiendo y sintiéndome más allá de toda historia, de todo llanto, de toda ignorancia, y de cada sueño donde despertar signifique morir.
Son las alas del águila que vive en mí, la de los ojos penetrantes, capaz de distinguir desde el cielo la sombra de la brizna de la misma brizna, el canto de las aves del lamento del viento.
Así me siento: El águila vestido de hombre. El hombre que sueña ser águila.
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